domingo, 20 de abril de 2014

Entre la agitación del trabajo y sin mucha metáfora, ni epíteto, me detengo un instante a expresar. Declaro que la hermosura no yace en su color imperturbable, sino en la superación y resistencia.

Lo vuelvo a sentir, mi corazón se llena ante la tierna mirada de esos ojos nocturnos.

No sé cómo terminar este silogismo sin sentido, pero esa es la gracia de esta hermosura: jamás ha sido explicada por la razón.

jueves, 20 de marzo de 2014

Entre la paz y la guerra
surge la batalla mayor.
¡Magia amorosa presente!
canta el regimiento crudo,
al redoble de cajas diluibles
¡Sopor presente!
Canta el regimiento mudo.
A ese redoble de cajas,
ya no dudo.

jueves, 6 de febrero de 2014

Apuntes al paso

Anhelo el sol de antaño. El que hubo antes de los tiempos. No extraño la luz, nunca hubo, echo de menos el calor. Me preocupa.

La decisión se aproxima, se cruzarán los caminos y esta vez el rey no morirá por accidente ni por espada. Morirá por olvido.

Creo realmente que mi karma es mi cabeza. Me cansé, tal como en abril; quiero bajar (o subir mejor dicho).

Estoy cansado, ya no me quiero reprimir por hacer felices a los demás. Excepto por una persona quien me reconoce tal cual soy.

Tengo un sentimiento de injusticia, en parte es culpa mía por aguantar y ocultar. 

La filosofía, razon, ética... mandarla a la mierda o no; he ahí el dilema.

A pesar de lo que diga sobre los puntos anteriores, me duelen cada uno de ellos.

A pesar de todo sé que seguiré adelante, peleando hasta el final. Continuaré, incluso hasta en el piso y de rodillas, como desde hace años aprendí. Lo que no pierdo es la confianza en mí.

Ps: Zancudos culiaos.


jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Juguemos?


La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño."
Friedrich Nietzche. 

Rechina la puerta y tiembla la casa con la entrada de Emilio; viene llegando de la escuela después de un tranquilo día de estudios. Va jugando por el pasillo de la casa hasta su habitación, saltando de baldosa en baldosa sin pisar las líneas hechas de lava. Se tira al piso para buscar bajo su cama, entre el polvo que le saca una tos de carraspera, su pelota roja. Levantándose ansioso por jugar con ella hace el camino de vuelta por el pasillo, estas vez pisando las junturas, hasta entrar en una salita de la casa; cuarto vacío a excepción de una mesita con un preciado jarrón familiar heredado por un pariente muy cercano en sangre y retratos pero lejano en tinta y luna. Con entusiasmo boteo mi pelota, le doy a las paredes y el eco se acompasa al ritmo del juego, pero de lejos escucho algo que quiebra el ritmo. ¡Emilio! te he dicho que no juegues en esta sala, puedes romper el jarrón, lo más importante que tenemos, lo único que nos recuerda.. ¡Tenemos que cuidarlo! Desobedeciendo a mi madre empiezo a jugar nuevamente con más entusiasmo, me río mientras suena la pelota contra la pared, lo disfruto, golpe tras golpe suena mejor y el balón vuelve más rápido, voy dejando manchas en las paredes. No, basta, me retarán. No, sigue, disfrútalo. No sigas. Sigue. ¡Sigue! ¡Sigue! Corrí a la habitación del jarrón al escuchar el estrépito, aún con la cebolla a medio picar que dejaba entre la cocina y los cuadraditos pegados en mis manos. ¡Mierda Emilio! Rompiste el jarrón, acaso quieres destruir a la familia, me quieres destruir a mí. ¿No pensaste acaso? ¿Ahora que haremos? Mierda por la mierda hijo,... mierda... ahora qué haremos. ¿Ahora que rompí el jarrón puedo jugar libremente en la habitación?

lunes, 4 de noviembre de 2013

Macho y Hembra

Fin.

A través de su inmisericordia , ajusta su guante el corregidor salido del sol; absorto prepara el latigazo contra el vientre, sin saber su propio origen de represor.

Se esconde la luna, llora plata mientras la luz penetra su propia vía láctea. Salva un papel del insoportable calor diurno, lo escribe y llena  el espacio, variando letra, rima y código: cifra el mensaje.

Al final solo fue eso, un mensaje encriptado que esperaba ser leído por la sinceridad del día.

Inicio.

domingo, 20 de octubre de 2013

SINÉCDOQUE

Revisa el viejo poeta sus apuntes, busca entre cajones y estantes llenos de papeles amarillentos manchados por el tiempo. Recorre la habitación en busca de sus líneas que intentaban dar explicación a su actual condición. Se agacha para buscar bajo su escritorio, este había visto y sentido ya tantas creaciones, que algunas se le habían marcado sobre su madera, quedando así frases dibujadas queriendo juntarse en caligrama. Hurgueteaba entre torres y montones de hojas; seguía sin encontrarlas.

Una vez levantado quedó frente al enorme estante de madera obscura, impregnado con el olor de finos tabacos y gruesos licores que le daba aun más aspecto de imponencia a aquel gran mueble. Seguía pensando el viejo en sus apuntes mientras jugueteaba con su barba que resistía la llegada de la nieve total; se tiraba los pelos delicadamente casi como si cada jalón fuese un llamado a que una idea se presentara. ¿Dónde están? ¿Do están? ¿Están? se pregunta en voz alta. Dónde estaban aquellas líneas de teoría que hablaban de su pasar. Aquellas que le dirían qué hacer o le mostrarían el camino que otros personajes ya exploraron, pero él no tenía un Sancho que fuese a enviar recados ni se quería ver a sí como un Castel; necesitaba una explicación, sí, eso era, una de las buenas, de esas que toda su vida lo habían distinguido por sobre los demás.

Apoyado con las manos sobre su escritorio siguió pensando en dónde se encontrarían aquellas anotaciones. De pronto recordó haber comprado hace algunos años atrás un pequeño mueble en una feria que pasaba por la ciudad, llena de atracciones y curiosidades; se rió al recordar el mayor punto de atención de ese año: un hombre de tres brazos y un ojo importado desde las indias. Le había quitado toda la atención del público sobre los demás espectáculos de ese verano, los niños gallina no recibieron un solo aplauso al lado de este hombre. Tras estas pequeñas risitas que iban en sus recuerdos se irguió y caminó entre polvorientos libros hasta hallar el pequeño mueble, imperceptible a la vista de quien observa tan desordenada habitación. Se enfrentó con miedo a aquellas diminutas gavetas, torpemente intentó abrirlas hasta descubrir que tenían llave.

Ansioso el viejo corrió por la habitación en busca del llavín: tiró libros, lámparas, cartas de antiguas de falsas amantes. Se daba vueltas sobre sí mismo mientras volaban las hojas amarillas y saltaban los bolígrafos. Recorrió el piso, las paredes y el techo pero no encontró nada. ¿Dónde está la llave? ¿Dónde? Afligido sentose sobre un montón de libros que habían en el piso. Mientras le caía una salada lágrima por la mejilla prendió un cigarrillo. Quemó durante varios minutos, pasándose el humo por los dedos y saboreando el pesado tabaco del caribe. Tenía rabia, mucha, lloraba y se jalaba la barba hasta que con impotencia se dio un puñetazo en el pecho sintiendo que algo se le había querido enterrar en su piel. Todavía con dolor por la punzada metió su mano en el bolsillo interior de su chaqueta, los dedos bailaron hasta encontrar al culpable del dolor. Allí estaba el llavín, durante años había estado en su pecho.

De prisa se dirigió hacia la gaveta tropezándose con las colinas de libros que habían en el suelo de su habitación. Sacó la llave y la introdujo con delicadeza en la cerradura, diente por diente, hasta que hubiese entrado completa, la giró suavemente hasta escuchar el chirrido que le indicara la apertura. Abrió la gaveta con los ojos cerrados, hasta que estuviese complemente expuesta. Abrió los ojos y su sorpresa fue gigante: ¡No había nada! ...
"¡Eureka!"


lunes, 30 de septiembre de 2013

Finalmente vienes
desnuda bajo el impermeable
abrochado por una fila
de botones negros
como agujeros de flauta.
Perdona mi torpe boca
y los dedos de aficionado,
ansiosos por ejecutar
cuanto antes y como sea
la melodía de tu cuerpo.